domingo, 16 de agosto de 2015

NO DEJEN DE LEERLA

Imperdible nota de nuestro querido Hugo Asch, publicada hoy en Perfil. No hay una línea que no merezca ser leída.



Publicado en edición impresa de ¡TODO POR LA AFA! LA VIEJA GUARDIA GRONDONISTA, EN GUERRA CONTRA TINELLI

‘Apocalypse Now’ en la calle Viamonte

“No es del todo correcto decir: me creo poderoso. Eso sería soberbia (…) El poder en el que creo
no es ejercido por mí sino por otros, que se me someten”
Franz Kafka (1883-1924);de “Fragmentos póstumos”.


Hace unos años, con la idea de desarrollar una futura revista infantil de fútbol, tuve una inolvidable entrevista en las oficinas de la empresa Santa Mónica –la que, por alguna razón, se encarga de comercializar a la selección argentina– donde, en menos de una hora, me desasné en tiempo récord sobre cómo se manejan las cosas en el negocio del fútbol.
La idea era saber si era posible salir al mercado con un muñequito de Messi, así que mis preguntas apuntaron directamente hacia los derechos de imagen, los costos, esas cosas. Un amable ejecutivo me recibió en las oficinas de Avenida del Libertador y me explicó la situación con tono didáctico, intentando no lesionar mi orgullo. La mano venía complicada.
 —Mirá, con la camiseta del Barça es del club, con una de cualquier color es del papá y con la de Argentina, es nuestro. No quisiera desanimarte, pero si lo quieren con la 10 de la Selección, además de un canon fijo, tendrían que ceder un porcentaje sobre el aumento de las ventas promedio y algunas cositas más que pueden surgir. Negociar con don Julio no es fácil, je.
Me lo imaginaba y sonreí, sabiendo que había ido a patear un penal y que no tenía fuerzas ni para llegar al arco. Ya en confianza, el hombre –con una sonrisa cómplice similar a la que iluminó a Juan Carlos Crespi cuando en el sorteo de grupos del Mundial de Brasil, y ya conocida la autopista preparada para el equipo nacional, se tocó el hombro con dos dedos recordando las omnipresentes jinetas del Jefe– me contó una anécdota con un poderoso sponsor oficial, de esos que aportan durante cuatro años para asegurarse el lugar durante la Copa del Mundo.
—Un día, viendo que el ómnibus de la Selección tenía algunos añitos, alguien le comentó: “Mírelo, don Julio, ¿no es hora de cambiarlo?”. Ni lo pensó. “Tenés razón, querido, pidamos otro”. Lo hicieron, y la empresa concedió un descuento fuera de lo común. Cuando fueron a contarle, orgullosos de haber conseguido un bus ultramoderno a precio de ganga, el Jefe frunció el ceño y murmuró: “¿Pagar? Háganme el favor; que lo dejen o buscamos otro sponsor”. A los pocos días llegó un ómnibus cero km, impecable. Sin poner un peso, obvio.
Me fui algo confundido. Primero, porque debía pensar con qué reemplazar a ese muñequito imposible. Después, porque nunca pude darme cuenta si hablábamos de Santa Mónica, de la AFA o del mismísimo Grondona. La misma sensación, parece, ha tenido la jueza Servini de Cubría, que tiene abierta una causa donde se la investiga. Misterios.
Alex Ferguson 27, Wojtyla 26, Rosas 20, Brézhnev 18, Roosevelt 12, Perón 10, Los Beatles 9, Obama 6, Osvaldo 5 meses y el Adolfo una semanita, la del default. ¿Grondona? 35 años, sin abandonar su trono, como un papa. Ese hombre sí sabía mantener el poder. Intuitivo, astuto, paternal, vengativo, paciente, inmutable. Como la mayoría de los caudillos, no dejó un sucesor, salvo sus correveidiles de brazos enyesados de tanto levantarlos para votarle a todo que sí.
Julio Grondona llegó al poder casi de casualidad en 1979 y supo blindarse con habilidad de artesano para mantener y aumentar su poder, aquí y en la FIFA. Un imperio propio que manejaba como a su ferretería de Sarandí: “Si sos leal, yo te doy, lo anoto y ya vemos cómo me pagás”.
Todo sistema caudillista necesita, imperiosamente, una corte de genuflexos dispuestos a venderse por algo: un viajecito con foto cholula incluida, viáticos en dólares, reventa de entradas o ciertos negocetes que surgen, de tanto conocer gente importante. Esos vivillos de barrio venidos a más son los que ahora intentan aferrarse a sus sillones. ¿Alguien los imagina por fin liberados de un sistema perverso, llenos de nuevas ideas? Nah…  
¿Acaso Grondona era un líder negativo, como llaman de manera tan curiosa a algunos jugadores? No. Grondona era un líder y los que lo obedecían sabían bien lo que hacían. Para ellos era un líder muy positivo. Los líderes negativos son emergentes, no existen sin grupos afines que los siguen.
A menos que uno simplifique groseramente, como Tim Rice, guionista de la ópera Evita, cuya versión podría reducirse en una frase: “Prostituta astuta seduce a militar ambicioso y juntos someten a pueblo de pusilánimes”. Uf. Recuerdo la puesta de Londres, ¡donde Magaldi cantaba un tango con maracas y un sombrero con pompones! Las cosas son algo más complejas, aun para una comedia musical. Ni les cuento en el viscoso negocio del fútbol.  
Víctor Blanco –un empresario a quien tuvieron que convencer para que terminara el mandato en Racing luego de la pelea Cogorno-Molina y ya en el poder decidió quedarse– también aspira al sillón, cuentan, con apoyo oficial. No tiene, por cierto, el physique du rol de los grondonistas de toda la vida. Gente como Luis Segura –cortaboletos de luxe en Brasil–, Chiqui Tapia, –el yerno de Moyano, familia donde todos tienen su clubcito– o Crespi, el de las jinetas. Viéndolos, muchachos, uno quisiera hacer trizas aquel refrán que dice: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Me gustaría que Marcelo Tinelli pudiera competir con el proyecto que acaba de presentar. La cláusula restrictiva de los cuatro años existe, pero, intuyo, podría modificarse, enmendarse o ser reinterpretada, cosa que ha sucedido mil veces durante 35 años sin que a nadie se le moviera un pelo. Entonces sí: a los votos y que gane el mejor. Sería, digamos, el último pecadillo Grondona style; pero esta vez, al menos, por una buena causa.
Como reflexiona en off Martin Sheen, el captain Willard de Apocalypse Now, mientras navega de Vietnam hacia Camboya: “Mierda… Acusar de asesinato a un hombre en este lugar es como hacer multas por exceso de velocidad en las 500 millas de Indianápolis”.  

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