El 3 de diciembre ha quedado solapado. El ballotage del 22 de noviembre ha desplazado y postergado cualquier otra definición aún la de la casa grande del fútbol. Pero, el solapamiento no implica inactividad. 
El cachetudo está histérico por dos razones de igual peso. La derrota inapelable y contundente de quien lo acobachó a él y al balbuceante Mazzacane podría llevarlo a ser un desocupado y, en ese caso tendría que procurarse un trabajo digno que por edad y presencia le va a costar conseguir. Y lo otro no menos peor: queda sin cobertura para atajar algo tan inexorable como la derrota del ruin Bruera: el pago en persona de sus cuentas pendientes con un montón de gente que lo recuerda con poco aprecio. Todo llega.
El abogado "sin oficina" con todo el tiempo del mundo ahora se ha transformado en un cibernauta experimentado y planea desde las redes sociales: "la vuelta a casa". Es lógico: prendido a esa teta sobrevivió en los últimos 20 años y no le fue nada mal al "gordito" como decía el gran Alfonsín.
Dos  lamentables personajes sin rumbo ni futuro que se exhiben como lo que siempre fueron: mediocres que viven de lo ajeno.
En este espacio se ha puesto en cuestión este sistema prebendario y lamentable que llevó al fútbol argentino a un presente deplorable: de aquella AFA rica y clubes pobres pasamos a esta AFA en estado falencial y de clubes quebrados.
Solo la unidad y una convocatoria amplia y generosa puede salvar a nuestro fútbol. Para eso hace falta grandeza. Tener la valentía de sentarse a hablar y sanar heridas. Pero eso requiere humildad NO SOBERBIA. Se requiere magnanimidad y, entonces el ego queda fuera de la conversación. De esa unidad surgirán los mejores trabajando para el resto no para ellos mismos y haciendo planes para subirse al próximo vuelo charter de la Selección Argentina que, para variar también está en crisis.
Lo otro ya lo conocemos. Egos inflamados, falsos títulos y sobre todo pusilanimidad algo que siempre distinguió a los mediocres. En vez prometer lo mejor para lo que viene juran venganza y, por supuesto el retorno en runfla para echarse en las mesas de los cafetines cercanos a Viamonte 1366 y seguir mirando a los demás desde una altura que deliran tener pero a la que jamás accederán.
Esta bonita página o "paginita" como manda a desmerecer la banda en fuga no se cierra porque no depende de ningún resultado electoral ni de la billetera de nadie.

 
 
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