"Todos los traidores son sustituibles"
Julio César solía decir que amaba a la traición pero odiaba a los traidores. Claro que, sin  saberlo, una conjura de traidores terminaría con su vida y su sueño imperial. Existe una rara valoración de la traición en occidente. En el cristianismo, por ejemplo, es aborrecida - la de Judas Iscariote, el entregador de Jesús a sus enemigos y, también redimida para con aquellos que muestran su arrepentimiento hasta el final, como el caso de Simón "Pedro", el negador de Jesús cuando más lo necesitaba y sobre quien Cristo edificó su Iglesia. 
En el fútbol y, en especial, en el argentino la traición no es ajena a su ámbito, donde te niegan como Pedro pero nadie se arrepiente o, te entregan como Judas, aunque hasta la fecha no se conoce ningún suicidado por tal acto en el balón pié vernáculo.
El abogado y efímero Fernandez, al que siempre el sol le pegó de costado, ya que se hizo a la sombra de Bosco en la Liga marplatense y, de Gustavo Ceresa en el Consejo Federal, articuló traiciones e intrigas y logró sentarse en el sillón del Consejo Federal unos meses antes que, una nueva traición descubierta por Segura (lo cual da cuenta de lo grosera que era) lo mandara de vuelta a la ciudad de los lobos marinos. No contento decidió desafiar su pésimo destino y armó el papelón del año.
La asamblea de la Federación de Fútbol del Este de la Provincia de Buenos Aires realizada en la sede de la Liga marplatense, ordenada por un fallo judicial y por la Dirección Provincial de Personas Jurídicas, entró en la historia del surrealismo. 
El ex asesor "letrado" del Consejo Federal Fernandez se reunió, dentro de su despacho, con "toda" -literalmente- su tropa y el hasta ese momento candidato Aguinaga. Pretendía en ese conciliabulo imponer a Iparaguirre y Mazacane en una imposible unidad para seguir manejando la federación desde afuera. 
 Ínterin, en el salón de sesiones, el resto de los asambleístas aguardaban el segundo llamado. Cumplido el plazo de ley, el presidente Vera llamó e inició con los presentes y en condiciones de votar el tratamiento del orden del día. Llegado el punto de elección de autoridades se eligió por unanimidad al presidente de la Liga de Ayacucho, Mario Cuneo. Terminado el orden del día se cerró el acto y levantó la sesión.
Ínterin, en el salón de sesiones, el resto de los asambleístas aguardaban el segundo llamado. Cumplido el plazo de ley, el presidente Vera llamó e inició con los presentes y en condiciones de votar el tratamiento del orden del día. Llegado el punto de elección de autoridades se eligió por unanimidad al presidente de la Liga de Ayacucho, Mario Cuneo. Terminado el orden del día se cerró el acto y levantó la sesión.
Mientras tanto el "lúcido" y autopercibido "conductor político" Fernandez seguía deliberando con Aguinaga que tenía mas que claro que no sería presidente.
Lo bizarro e inolvidable es lo que siguió. Fernandez gritando e insultando junto al ahora "bravo" Mazacane a los asambleistas que se retiraban del lugar. Juró venganza por semejante afrenta a quien lo quisiera escuchar.
Tres gorditos contratados para apretar gente y un supuesto veedor de la Dirección Provincial de Personas Jurídicas que, en vez de presentarse ante la asamblea, indentificarse como tal y permanecer en el salón de deliberaciones, fumaba en la puerta de ingreso, no pudieron impedir lo inexorable: que se lleve a cabo un acto para el que fueron convocados los dirigentes que recorrieron muchos kilómetros. Era sencilla la convocatoria: normalizar la federación y votar.
Más bizarro todavía es que entre los 3 o 4 que quedaron con el abogado, a esas altura con la presión arterial por los aires, hicieron un simulacro de asamblea sin Libro de Actas y sin autoridades y eligieron al ex árbitro de Las Flores Iparaguirre como presidente paralelo. El segundo presidente virtual del fútbol argentino ya que Daniel Vila lo antecedió, unos años antes, en la puerta de la AFA.
Así, como abrazado a un rencor, este deslucido abogado, destilando odio, prometía venganza, en un rezongo eterno. Terminó, así con una carrera de traiciones y mentiras.
Hubiera querido pero no logró despertar antes que la muerte "política" hiciera lo suyo contrariando la sentencia del gran Almafuerte "todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte".
Su viaje al pasado es inevitable en busca de su "gloria" perdida y, tal vez junto a su buen amigo y compañero de andanzas, el Ing. Derito contarán anécdotas y alardearán de una supuesta grandeza que ya no será.

 
 
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