PRIMERA PARTE
Fútbol y política tienen un maridaje casi centenario. Podría sostenerse que, en el momento que el fútbol se masificó y se transformó en "pasión de multitudes" la política jamás dejó de frecuentarlo e intentar seducirlo.
Esa tentación de manejar el fútbol como una variante en la acumulación del poder atraviesa a la política en sí.
Veamos a modo de ejemplo dos hechos políticos de este siglo atravesados por el fútbol: el programa "Fútbol para Todos" en cuyo lanzamiento en el predio de Ezeiza no se privó de tener sentados en la misma mesa a la Presidenta de todos los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner; al Vicepresidente del mundo, don Julio Humberto Grondona y, al jugador más grande del mundo e idolo inolvidable, Diego Armando Maradona. Todo junto para el lanzamiento de una política pública con el fútbol como eje.
La otra una consecuencia del fútbol y la política es que el penúltimo presidente argentino sustentó su carrera política en el fútbol (fue presidente de Boca Juniors). De allí llegó a convertirse en Jefe de Gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires y el resto de la historia es conocido.
Podría sostenerse sin temor al yerro que la política ha querido siempre incidir y gravitar en las decisiones que se toman en la calle Viamonte. Una huelga de jugadores o de árbitros, para ejemplificar, que paralice la actividad es un tema en la agenda presidencial.
El actual gobierno como era de esperar no logró sustraerse a morder ese fruto tan deseable como- la mayoría de la veces- maldito. Quieren un Presidente afista del palo. Política, gestual y estéticamente del palo.
El sanjuanino Claudio "chiqui" Tapia de las tres condiciones no cumple con ninguna. Veamos.
Ingresó a la AFA pateando pupitres e imponiendo en las reuniones del ascenso el peso de la "persuación" a la vieja usanza. Así se hizo de un nombre. Un muchacho de mecha corta y poco afecto a las prácticas diplomáticas. Sus vinculos en la CEAMSE y estar casado con la hija de Moyano le dio la ayudita que faltaba. Su estrategia sencilla: ponerse picante cuando la situación lo ameritaba y acomodarse cerca de quien lo llevara cerca del poder. Como los gordos de la CGT que se van acomodando a los movimientos del poder.
(continuará)
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