Muchos hitos y pequeñas historias se han vivido en el coloso de 25 y 32, desde su inauguración deportiva por parte de la Liga Amateur Platense de Fútbol. A saber, uno de los último partidos de Diego Armando Maradona, como jugador, clásicos vibrantes, otra edición de la Copa América y algunos recitales de bandas internacionales inolvidables.
Nada está como entonces. En todo caso la repitencia de la historia anuncia la farsa en su segunda versión. No están regresando los detractores: nunca se fueron.
Quedaron resentidos y agazapados lamiendo sus heridas de no haber logrado su ruin propósito: privatizar el estadio para los negocios de un señor Burns que desde la decadencia de su tabloide y un edificio en ruinas palpita la venganza.
El estadio Ciudad de La Plata es orgullo de los platenses. Albergó y seguirá haciéndolo grandes eventos deportivos, artísticos y culturales.
Jamás debe cederse a la presión miserable de grupos de presión que ya no tienen poder para armar listas afines en Estudiantes de La Plata, por ejemplo. O imponer Intendentes municipales. Les queda, eso sí, capacidad de daño. Algo con lo que quienes se postulan a cargos electivos deben lidiar.
Tal vez nos interpele a los platenses cuando elegimos a un Intendente. No es para cualquiera ese sillón y debe contar entre otras cosas con capacidad de incidir en la AFA para que no se caiga un escenario ideal para un certamen internacional de esta magnitud que tanto le aporta a nuestra ciudad en lo económico, turístico e incluso de generación de nuevos empleos.
Una peña de Boca Juniors la conduce cualquiera una ciudad no la gobierna ni ese ni ningún otro cualquiera.
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